La muerte súbita es un fenómeno global y todos estamos en riesgo. Ocurre de forma repentina en personas aparentemente sanas pero que, por lo general, tienen alguna afección cardíaca.
Dentro de las causas más frecuentes destacan las arritmias ventriculares malignas y otras cardiopatías como la hipertrófica o la dilatada.
El infarto comporta la obstrucción de una arteria coronaria que hace que una zona del corazón deje de tener riego. Es frecuente que entre los primeros minutos y horas del infarto una persona muera de muerte súbita, y hasta 30% de los infartos pueden ser la causa de una muerte súbita.
Hay personas que tienen 40% de riesgo de sufrir una muerte súbita, como los sobrevivientes de un infarto de miocardio que tienen función ventricular y han tenido una arritmia ventricular.
Existen casos en los que se puede evitar, luego de identificar pacientes con riesgo de muerte súbita, como los que tienen una cardiopatía hipertrófica, y a quienes se les coloca un desfibrilador implantable.
Los síntomas de una muerte súbita son muy breves y a veces no hay ninguno. Por ejemplo, la mayoría de las veces una arritmia ventricular maligna te mata en minutos: se produce un síncope y la muerte, de hecho, el síntoma es el síncope, una pérdida transitoria del conocimiento, que no se recupera. En este contexto, la única manera de detener la muerte súbita son maniobras de reanimación cardiopulmonar.